Regresamos: Hay filosofía y es pa’llevar

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Filosofía Pa´Llevar regresa con más fuerza que nunca. Tal como se renace de una crisis, la nuestra fue de silencio. Hoy tenemos esa fuerza que sólo viene de las ideas colectivas, de las grandes verdades nacidas de la pasión. No sabemos si para siempre, no sabemos si para cuánto, simplemente estamos aquí. Con el tiempo en la piel y la alegría en el espíritu, nos enorgullece decirles:

De constantes «no sé», hace diez años, comenzó a flotar el barco. En un mar de teoría y dudas, perspectivas y preguntas sin respuestas, comenzamos a navegar.

La pretensión era desvestir a la filosofía del lenguaje rimbombante, fanfarrón, ese que parece inalcanzable, y demostrar que compartiendo ideas con un lenguaje «común», reflexionando y debatiendo colectivamente, se pueden descubrir a otros amantes de la sabiduría. Funcionó, lo comprobamos.

Hoy estamos de vuelta. Somos más viejos, hemos aprendido cosas y olvidado otras. El amor por esto sólo creció. Seguiremos compartiendo ideas, pensamos que la filosofía es pa´todos y pa´llevar.

Jesús Orea

Dicen que después de un largo viaje, uno siempre regresa a casa… Pero si este viaje es a Ítaca como nos invita Kavafis, lo más importante serán las experiencias vividas, la emoción que toca el espíritu y el cuerpo durante el camino. 

Así la filosofía para nosotros, es ese viaje lleno de experiencias maravillosas, ese viaje al interior, que se materializa en la palabra, en letra escrita; se exterioriza en la reflexión y socialización de conocimiento. No se trata de «abaratarla», solo de hablarle de igual a igual: la filosofía es accesible para todo aquel que se atreva a descubrirla.

Carmina Galicia Fuentes

¡Compartamos ideas! Hace años comenzamos este proyecto con la intención de armar un espacio donde hubiera lugar para la reflexión de todos y todas; un espacio donde la filosofía se mostrara divertida, alcanzable, útil…creo que lo logramos (nosotros y ustedes casi 19,000 lectores y colaboradores). Filosofía Pa’Llevar es un sitio hecho por todos y todas, ¡regresamos!

Mireya Mora

Compartamos ideas…

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2014-04-16 14.44.42La búsqueda de la verdad no tiene un destino. No hay un camino único para quien se interroga.  Las respuestas son tantas como lo son las preguntas. Quien emprende el viaje por la senda de la duda difícilmente verá una trayectoria inequívoca.  La filosofía es todo eso. Es la constante reformulación de la vida. Es la muerte mirándose al espejo con las manos detenidas a la mitad de una palabra que balbucean los huesos.  Es el asombro de un nacimiento.  ¿Cómo no preguntarse por el valor de una certeza,  presos en el grillete dialéctico de los signos de interrogación?

2014-03-09 12.13.44Las preguntas son anchas y son largas. Pequeñas o muy grandes. Pero ninguna pregunta es inútil ni vacía. Toda duda está llena de aquello que llamamos vida. La sustancia primigenia de la filosofía es la misma que la nuestra.  Dudar es verse al espejo.

Todo esto me llegó en un instante el mismo día que llegué a esta página. La responsabilidad no de responder dudas eternas, sino de hacer las preguntas correctas. Porque Filosofía pa’ llevar no se trata de predicar el arte de la mayéutica desde el lejano estrado del ágora académica. Es mucho más que eso, pero no menos. Las paredes de un aula son blandas cuando la palabra es punzocortante. Y la filosofía es una navaja. Nosotros somos tan sólo la mano que corta con la hoja afilada. Una de muchas.

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El asombro es nuestro motivo. No el único. También la queja. Quejarnos no sólo de aquellas murallas que nos aplastan hasta la ciega confianza, desconfiar del silencio en el que no maduran las palabras, sino del que es eco de la censura de un cerco cada vez más cercano. Uno escribe no para llegar a la cima de una verdad insospechada, sino para perseguir la palabra que escapa hacia sí misma. Porque toda verdad es una huida a la certeza y toda pregunta un retorno a la duda.

IMG-20140423-WA0027Filosofía pa llevar vive en la constante despedida. En el adiós de proyectos y de colaboradores, de miembros y extraños, de lugares y de memorias. Filosofía pa llevar siempre se está yendo a todas partes. Y yo me voy con ella. Pero también es bienvenida. De nuevos horizontes con distancias más largas, pero no inalcanzables. De nuevas preguntas. De palabras transparentes y más jóvenes.

La verdad es un ideal obligado para todo el que busca.  Para el periodista que no omite el dato certero en su crónica; para el poeta que sueña en medio de la guerra; para el maestro que corrompe las mentiras que sus alumnos escuchan en la prensa falaz y ominosa, es decir, para todo el que enseña con sabiduría. La verdad es el destino de muchos y no sólo de la filosofía. Pero el filósofo camina a tientas, viendo un entorno velado por las apariencias.

IMG-20140417-WA0002El filósofo camina mirando el cielo aunque caiga en la fosa. Se detiene a mitad del bullicio para escuchar las voces una por una. Mira con detalle al insecto no para encontrar la causa de su existencia, sino para encontrar un parentesco. El filósofo atraviesa la apariencia sin condenarla, pero apuntando la profundidad escondida. El filósofo suele caminar una ruta suicida. Su vida es una renuncia. Al suelo firme, a la mirada ingenua. A la vida sin examen.

¿Por qué hacer filosofía en los tiempos del miedo? Porque urge. Porque hay que ensanchar la tierra no con cuerpos, sino con preguntas. Palabras encendidas: brasas. Y esperar llegar al fondo  de una superficie con un aspecto sospechosamente firme. Escarbar con nuestras propias manos el exterior falaz de una nación en llamas.  El infierno no es un lugar remoto a dónde van los condenados, sino un país de fuego. Habrá que hurgar la tierra con las uñas. Las respuestas vendrán en forma de pregunta.

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Me despido de Filosofía pa llevar para seguir en este camino de la duda, no para hacerme a un lado. En otra senda pero hacia el mismo destino. Mirando al cielo, pero sin dejar de escuchar las voces que me acompañan.  En la búsqueda no de la verdad ni de la sabiduría, sino de la pregunta correcta. Aquí estamos. No me voy, nos vamos juntos.

Hoy más que nunca,

compartamos ideas.

Diego Espíritu

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JITANJÁFORAS Y SOLEDAD

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Por Canek Sandoval

etiquetas-de-cerveza-coleccion-18-13369-MLC2941793905_072012-FLlevo un par de años coleccionando etiquetas de cerveza, primero porque implican un gasto modesto que se adecua a mis posibilidades económicas y segundo, porque siempre hay amigos dispuestos a engrosar la colección. Hay a quienes les da por guardar flores disecadas entre las páginas de ciertos libros o, involuntariamente, acumular vasos de sopa instantánea que, por su cantidad, son más que una sencilla colección (yo he conocido personalmente a alguno de estos últimos y me he percatado de que son seres sumamente interesantes). Sin embargo, de entre todas las posibilidades, mi amigo Daniel me confesó, con cigarrillo y cerveza en mano, que él había elegido coleccionar palabras y, mientras me explicaba qué eran las jitanjáforas, me mostró dos de sus “piezas” favoritas, ambas recogidas a través de los años: taciturno y lacónico.

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Alfonso Reyes. Acuñó el término «jitanjáfora»

En el breve tiempo que tengo viviendo en la ciudad de México, pocas cosas me han sorprendido como lo esperaba. Dentro del marco de mi ingenuidad de provincia, me he aburrido al notar que los perros ladran igual que en mi pueblo, la lluvia pausada moja la piel a la misma velocidad y la violencia es tan sórdida como en cualquier otra parte. Un evento curioso y extraordinario, sin embargo, es el de la producción desmedida de jitanjáforas (palabreja que no explicaré acuñada por Alfonso Reyes para designar una expresión inventada y sin significado), pues, especialmente en las calles de esta ciudad ambigua en su definición, las personas las crean todo el tiempo como productos que brotan de sus bocas por una efectiva generación espontánea y singular. En la esquina de mi casa, por ejemplo, escuché a un niño que le gritaba a todo pulmón al que debía ser su padre, “uguetarro”. Y he oído decir entre labios al viejo que me vende frutas, “gramidocu”, supongo que como una manera de agradecer la venta cuando se ha estado algunas horas bajo el sol, arden los ojos y las simples “gracias” resultan insustanciales.

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Guillermo Fadanelli. «Su literatura es un suceso que no pudo ser, viniendo de esta ciudad, de otra manera.»

La ciudad de México para mi es la ciudad de la soledad y la fatiga permanente. Guillermo Fadanelli, un escritor al que respetaba mucho, ya no me parece tan genial desde que llegué a vivir aquí. Su literatura es un suceso que no pudo ser, viniendo de esta ciudad, de otra manera. Lo que sería realmente brillante en este contexto es convertirse en un escritor sano, de ideas sencillas y resentimientos ceñidos. Con todo, Fadanelli (a quien le vale un carajo mi opinión), ama la capacidad de retorcer las palabras y creo que estaría dispuesto a intercambiar algunos neologismos y jitanjáforas con nosotros. Propongo: me sucede que frente a la constante condición multitudinaria de no ser nadie, busco liberarme. A esta sensación embriagadora de haberme desenganchado de mis responsabilidades con los otros, y de no vivir sujeto al espejo de la intersubjetividad, le llamo arresmodidad. Por otro lado, algo que ha sido muy cotidiano es que cuando estoy perdido y me detengo a preguntar a alguien hacia donde ir para llegar a algún sitio específico, mi interlocutor dice que está igual que yo, que no saben en donde está ni a donde se dirige, es un fenómeno provinlango.

Como le pasaba con todo lo que no comprendía, Wittgenstein se exasperaba frente a la “nociva” ambigüedad de las palabras. Está comprobado que si se lucha neciamente contra esta condición se termina neurótico y, en el caso particular de Wittgenstein, estimulando a golpes a los alumnos para que aprendan a referir sin equívocos.

NOTA: Trataré de subir este texto al blog de Fadanelli y a mi amigo Daniel le regalaré una palabra para que siga agrandando su colección: “florilegio”.

Wittgenstein


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Canek Sandoval: Delgado, despistado y degenerado. Nació en Oaxaca en 1988. Ha escrito para las revistas NuestrAmericana, Líder, Avispero, Koiné y Trama. Actualmente cursa la maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. No tiene ni un libro publicado.

Crítica de la razón posmoderna.

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 Ciudad_Universitaria_Premio_Asturias2-620x400Mi fascinación por los filósofos presocráticos era total al salir de mi clase de historia de filosofía griega.  Desde las anécdotas convertidas en cliché de Tales de Mileto hasta el difícil poema de Parménides, el romance con la verdad no era sólo deseo sino lujuria. La filosofía me hacía sentir un estudiante singular entre la diversa población estudiantil de la UNAM: no estudiaba palabras o números —no particularmente—-, sino la existencia, el conocimiento, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. O algo así. Realmente terminé la carrera sin entender bien qué era eso del amor a la sabiduría. Las clases no me ayudaban a ser menos crítico con los dogmas: desde las sesiones de lógica hasta las de estética, cada texto era un hallazgo. Los pasillos de la facultad de filosofía y letras eran un hervidero de ideas y lo siguen siendo. Entrar a los salones es culminar el ritual cotidiano del diálogo crítico, el cual se puede tornar —algunas veces— en la mayéutica impuesta de los necios y otras hasta en sordera. Desde Sócrates hasta Heidegger, cada semestre fue haciendo de la carrera una travesía dialéctica: con la lectura de un filósofo creía encontrar las carencias de otro. Todo esto causaba en mis desvelos por los ensayos finales un fascinación casi epifánica: creer estar escribiendo la nueva crítica de la razón pura y en realidad no llegar ni a receta de cocina; creer haber entendido el epígrafe de la introducción de la Fenomenología del Espíritu, pero sólo entender la nota del traductor a la vigésima edición del Fondo de Cultura.

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O ni eso: ya no sabía si culpar a las traducciones de Porrúa por no entender el concepto sociopolítico de la Paz perpetua y la teoría de conocimiento de las Meditaciones Metafísicas, o simplemente que, con la tinta  de mis copias de treinta centavos,  no me alcanzaba para ver la última página donde estaban las notas críticas. Por eso yo leía Gredos. O eso decía. La verdad es que después de las fiestas maratónicas a mitad del semestre en la casa de quien fuera (o en las islas), la cruda era tan despiadada que llegar a pensar el héspero y fósforo de Gottlob Frege era como intentar leer los mensajes de Whatsapp con seis caguamas encima. Y no, no soy un fósil de la UNAM, ni la mariguana me hizo un adicto sin remedio, no soy el “mosh”, ni tengo ocupado el Justo Sierra —alias Che guevera—, tampoco vendo pulseritas en Coyoacán ni películas en el pasillo de la biblioteca FG1374Central. Cada quien vive  como puede y como quiere. No me meteré en eso. Las discusiones políticas las dejamos para el aeropuerto y el ágora o, en su defecto, para uno de nuestros grupos de facebook. Para ser honesto salgo con un nada deleznable promedio de 97, pero sin empleo. En mi clase de ética no me ensañaron a entender la dudosa moral de los empresarios que te contratan para cobrar cuentas de tarjetas de crédito o de servicio de cable, por ocho o más horas al día, pagándote el salario mínimo o menos; en mi clase de filosofía política tampoco adquirí los conceptos necesarios para abordar teóricamente el asesinato de miles de personas por el narcotráfico. Salgo con la fenomenología de pasillo de la facultad zumbándome la cabeza para formarme al final de la fila del empleo algo aturdido. Delante de mí hay abogados, contadores y taxistas. El desempleo no discrimina.

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Biblioteca Samuel Ramos. Aquí sólo había una copia del libro más solicitado. El cual siempre estaba en préstamo

 Somos una generación nacida de padres cuya licenciatura fue una garantía de supervivencia. Hoy en día hace falta maestría y doctorado si quieres aspirar a unas horas en la docencia. Pero entrar al posgrado —máxime de lograr la proeza burocrática de ser admitido—, requiere llegar diario a mi facultad con veinte pesos para mi torta y cinco para el pecero o metro (ida y vuelta, son diez y veinte más si quiero ir a comprarme unos esquites en la bella alameda). Y eso que vivo en la colonia Roma. Bueno eso de vivir es un decir. Uno sobrevive escribiendo en todos lados, pues como sabemos los colaboradores en México pueden vivir de ganar experiencia ¿no?: desde revistas de arte contemporáneo hasta las puertas embarradas de no sé qué de los baños en la biblioteca Samuel Ramos. Donde, por cierto, deje un poema. Tal vez me den un premio o hasta una beca del FONCA. Alguien me descubrirá como poeta de culto —o quien sabe ya lo soy y no me he dado cuenta. Seré el próximo Ricardo Castillo o Max Rojas. Mientras tanto espero con una solicitud de empleo en la mano para mesero de un restaurante argentino de la Condesa.

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Pan comido. Tienen en el menú hamburguesa de tofu con guarnición de soya y agua de alfalfa con menta. Está rico, pero te cuesta como un mes de pasajes de metro.

El sueldo es bueno y hay prestaciones. Me dicen que debo sonreír siempre—aunque me lleve la chingada y me haya peleado con mi novia—; que debo cortarme el cabello y quitarme los expansores. Debemos pagar la renta y nuestros padres no son el erario. Comer aunque sea una vez al mes hamburguesa de tofu con guarnición de soya y agua de alfalfa con menta o, en su defecto, sushi vegetariano (si existe tal cosa). El metro está atascado. El olor a sudor a axila es habitual para nosotros los estudiantes. Si no me creen, pregúntenle a mis amigos que vienen desde el Estado de México a diario. Trato de leer mi edición Losada de viejo de María Zambrano comprada en Donceles, pero la señora de a un lado me ve feo porque voy sentado. Me paro. He llegado a mi estación. Me pregunto qué diría Platón de todo esto.

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D012iego Espíritu

@espiritudiego

Pasante de la carrera en Filosofía de la UNAM. Ha publicado en revistas como “Código | Arte, Arquitectura, Diseño, Moda, Estilo”  y la revista “Generación”. Actualmente es colaborador del Periódico de poesía de la UNAM en la mesa de reseñas. Ha asistido a    talleres de narrativa y poesía entre los cuales destaca el de la poeta Dolores Castro. Le interesa la estética y filosofía             latinoamericana. Es miembro del colectivo Arte+Ciencia. Tiene un blog donde publica lo que escribe  http://diegoespiritu.wordpress.com/

Apertura (2a parte)

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Félix Guattari

Félix Guattari

Por Cuitláhuac Moreno Romero

Ninguna definición de lo que es la filosofía puede servirnos nunca para explicar su proceder, porque su hacer no es definir sino su contrario, abrir a las potencias de lo que es, abrirse a las potencias de ser. A pesar de que en su decir se deba ocultar más de lo que se puede decir, porque ni nos está permitido decirlo, y porque tampoco podemos decir más de lo que podemos. Por eso la filosofía no es demostración sino invitación a un descenso que no quiere quedarse en el abismo, sino salir, como el alma romántica, del Tártaro, después de ver el horror de la indefinición en la que habita la muerte y lo que nunca ha muerto.

            Incluso cuando decimos abrir, no somos nosotros los que queremos ese abrir, sino que es ese abrir el que se quiere y se media por nosotros para darse, para caer como el rayo de Zeus en la noche oscura de lo humano. La apertura del pensamiento es el mismo juego en las nubes sombrías que en la profundidad de las sinapsis en nuestro cerebro. La luz hace y abre el camino para que la oscuridad regrese a su sitio, para que sea oscuridad porque hay algo que la hiere y le deja verse desde eso otro que no es ella, que no es esa seducción de muerte imposible sino la vida misma de lo que piensa.

Gilles Deleuze

Gilles Deleuze

    La filosofía es ese cuidado del espacio del pensamiento. Esa ha sido siempre su principal tarea. Esa será eternamente su acción primordial: el esfuerzo del concepto, el cuidado de su camino. Un poco de orden para protegernos del caos. El pensamiento es ese trabajo que logra que a pesar de la seducción de los caballos alados y los dragones de fuego, podamos regresar a nuestra morada eterna, ese tener todavía un dónde habitar, un sitio a dónde regresar después de recorrer en un instante el universo en sus velocidades infinitas. Una imagen del origen tras la muerte. Para regresar por la vía de esa variación de lo que permanece al camino que lleva a nosotros mismos, pero que no sólo es reflexión narcisista, sino algo en el medio entre la responsabilidad de pensar y la renuncia a una acción déspota sobre el mundo que lo quiera agotar en tanto que hechos brutos y sistemas de objetos.

            Una y la misma cosa, fuego eterno, aunque esto no quiere decir que todo lo que pasa por nuestra mente es ya siempre filosofía. Tormenta eléctrica del afuera y del adentro. Del caos al cerebro, pero no hay que ir tan rápido. Lo que pasa por nuestra cabeza a cada instante, ese torrente y flujo de decires, de palabras que signan cada imagen que tenemos y cada experiencia que hacemos del mundo, eso tiene su parentesco, su filiación con el pensar profundo y creador de la verdad, pero se necesita tiempo, un demorarse en el pensar.

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Gilles Deleuze y Félix Guattari

     El pensamiento es justo ese poco de orden, mínimo y necesario, para no hundirnos en la profundidad del caos. Esa última palabra que no nos abandona ni siquiera en el momento trágico en el que las almas son reclamadas de nuevo. La filosofía es el orden del concepto. El concepto es, casi por definición, la posibilidad de que la realidad tenga origen y sentido. La verdad es el obrar del mundo en su apertura a los espacios y los tiempos de lo que es.

            Si sólo tuviera sitio lo que vemos, entonces no tendríamos nada, pues nada vemos sin conceptos. Pero ya que nos esforzamos tanto por el hecho de que exista siempre algo, incluso cuando sabemos bien que no es cierto, que cada día construimos eso poco que tenemos, que sin ello no habría sitio ni siquiera para lo que no tenemos, entonces sí deberíamos de escoger entre lo que es real y lo que es peor… Entre el mundo y su límite delirante. Entonces tendríamos claro que nada perdura, ni siquiera el mundo cuando cerramos los ojos. Eso mínimo con lo que vamos en medio de los días, su producción y todo lo que nos permite ser, es más que la totalidad del sentido del mundo. Totalidad que nos es ajena y apenas se deja mirar proyectada en sombras, pero nuestras miserias lo son todo: lo que tenemos, lo que perdimos, lo que nos da qué vivir y aquello por lo que la muerte nos sigue esperando… El concepto es aquello con lo que luchamos frente a la más absoluta de las muertes. Por eso el pensamiento es también eso mínimo, un asidero para resistir el asalto de las fuerzas del caos.

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Michel Foucault

*Cuitláhuac Moreno Romero es estudiante de doctorado en filosofia en la UNAM. Tiene varios artículos publicados en libros colectivos sobre María Zambrano, Foucault, etc. Sus líneas de investigación son la ontología, estética post-estructuralista y literatura.  Ha sido profesor en diversas universidades privadas, y presentado conferencias en la UNAM, Universidad Veracruzana y la Universidad de las Américas Puebla. Actualmente realiza su investigación sobre Gilles Deleuze y las máquinas literarias y es profesor adjunto en Estética en la UNAM.

contacto: cuitlahuac.moreno@gmail.com

 

 

LA MUERTE DE LA EXISTENCIA: EL SUICIDIO. ALBERT CAMUS

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suicidio1Por Carmina Galicia Fuentes

@tururucosmico

“No hay sino un problema filosófico realmente serio: EL SUICIDIO.
Albert Camus

“Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Es lo primero que escribe Albert Camus en su ensayo El mito de Sísifo.

      El suicidio está considerado como el acto individual de quitarse la vida deliberadamente. La palabra viene de dos vocablos del latín: sui, de sí mismo y caedĕre, de matar. En la actualidad hay numerosas interpretaciones de este acto, varias de ellas responden a trastornos psicológicos y algunas se adjudican al entorno social. Además, se dice que las personas suicidas, con frecuencia están tratando de alejarse de una situación de la vida que consideran imposible de manejar.

        Sin embargo, qué pasaría si pensáramos el acto del suicidio desde un trasfondo existencial e individual donde el sujeto decide si su vida es valiosa o no. Precisamente Camus propone juzgar si la falta de un sentido o el absurdo de la existencia requieren del suicidio.

        suicidio3 Para entender al absurdo que se refiere, sigamos la siguiente idea: la mayor parte de nuestra vida está fundamentada en los anhelos y sueños del mañana, y en las esperanzas que ponemos en el día siguiente, sin notar que ese día siguiente, de forma natural, nos acerca más a la muerte. Las personas viven como si no tuvieran certeza de la muerte, es a lo que Camus llama el absurdo. “Desde el momento en que se le reconoce, el absurdo se convierte en una pasión, en la más desgarradora de todas.”

       Ahora bien, cuando alguien ha reflexionado y después de ello encuentra muchos absurdos en su vida, cae en la conclusión que la vida carece de sentido. De acuerdo a ello podemos decir que el suicidio no está relacionado con el entorno social, el suicidio es un acto meramente individual recreado por un sujeto y su interior. Cuando el sujeto identifica el absurdo, continua un sinsentido de la vida, para el que Albert Camus se pregunta si la acción que le corresponde es el suicidio.

       Si analizamos la escena, diríamos que es tan fácil como que el sujeto decida por un o por un no. En el caso de que sí, tratará de consumar el acto, no todos lo logran. En el caso de que no, el sujeto se consagra a un sentido de la vida fuera de la propia existencia y supeditado a algo externo, la esperanza. Evidentemente la esperanza de que pase algo que genere un cambio y provoque que los absurdos que había encontrado anteriormente, ya no lo sean. Sin embargo, sería muy  simple si sólo hubiera estas dos opciones pero ¿qué hay de los que nunca deciden, de los que siguen sintiendo lo absurdo de su existencia y su vida pasa ante ellos sin algún sentido? Estos últimos, son los más.

      suicidio2La invitación a pensar en el suicidio como el enfrentamiento a la vida absurda, no suena tan sinsentido. Milenariamente este acto ha sido objeto de enjuiciamiento social pero verlo como un acto que consecuentemente le sigue a una causa, es provocador.

    La reflexión final que nos queda tiene que ver con cifras: de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud cada 40 segundos se consuma una muerte autoinflingida y en los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en 60% a nivel mundial…

¿Qué está pasando desde hace 45 años para que el mundo sea más absurdo y con menos sentido para vivir?

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Séneca: en defensa de la permanencia

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Por Mireya Mora

@mireyamorac

Cuando el tiempo está cargado de muerte, cuando en realidad no queda nada más que un breve instante de incertidumbre, bien nos viene la calma. Calma, ve despacio, quédate, permanece, que al final permanecer significa nada.

 Es en defensa de la permanencia que Séneca habla en Viajes y Lecturas –Elogio de la Ancianidad. No hay amistad, flor, amor que crezca en la inconstancia, no hay herida que cierre en la veleidad.

     La muerte es la reina de lo cierto por ser habitante del pasado: “cada día  el hombre muere un poco”; es la dictadora oculta, la invisible medida de nuestros días. ¿Por qué entonces Séneca, rendirle pleitesía a la gran ladrona, a aquella que rompe con lo que más defiendes, con esta permanencia que da frutos y nos lleva al buen vivir? ¿Por qué nombrarla acompañante de nuestros días antes que a la vida misma?

    Y es que pensar en la vida es desear prolongarla y desear prolongarla es vivir en la angustia y vivir en la angustia es no vivir. Tal vez esa es el magia de vivir en la muerte, dulce muerte desesperanzadora. Sin esperanza, cualquier momento es el único y tal vez el último.

     La muerte es signo de libertad, ¿cómo temer a aquello o a quien amenaza tu vida con la muerte, si ya la misma muerte se encuentra en ti? No hay nada ni nadie a quien temer, la muerte (la más grande herida) ya está ganada: morirás.

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Diversidad sexual: conocimientos para erradicar un tipo de discriminación.

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Por Jesús Orea

@jh_orea

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La discriminación, en el México actual, es el “pan” de todos los días. En todo momento, a toda hora y en muchos lugares miles de personas padecen el ser discriminadas: ya sea por su físico, etnia, religión, vestimenta, condición socio-económica, preferencia sexual, etc. Como consecuencia de la persistente discriminación se han empleado distintas normas que fomenten la tolerancia y respeto entre la sociedad, y a su vez, la extinción de las prácticas discriminatorias —aunque estas sigan existiendo.

Se ha vuelto “común” encontrarnos en muchos lugares de la ciudad, a parejas gays tomadas de la mano, besándose o incluso hemos visto (aunque sea de re-ojo) un “faje”. Es decir, día a día parece que se acepta más entre la sociedad las relaciones entre personas del mismo sexo, aunque existe un sector que no sólo las rechazada sino las violenta, agrede, rebaja y humilla, lamentablemente.

 Las relaciones sentila-mayoria-los-gays-teme-darse-la-mano-publico (1)mentales/afectivas/amorosas heterosexuales (varón-mujer) son tradicionalmente aceptadas y bien vistas. Actualmente, las relaciones lésbico-gays (mujer-mujer, varón-varón, respectivamente), es decir, homosexuales, entran al orden de lo común, considerando que aún hay un sector de la sociedad que las rechaza y violenta. Pero, ¿qué pasa con las relaciones transexuales, por ejemplo? ¿por qué este tipo de relaciones no están del todo aceptadas y están lejos de formar parte del orden “común” en México? ¿qué papel tienen en la sociedad las relaciones bisexuales?

 En el caso de los transexuales, ciertamente, se trata de un rechazo, por gran parte de la sociedad, a una imagen que no nos es “familiar”, es decir, nos puede resultar ajeno el ver a una persona con vestimenta opuesta a la de su sexo. Por otro lado la bisexualidad, aparentemente, puede ser un poco más aceptada porque se trata de relaciones entre sexos aceptados por la sociedad (mujer-mujer y varón, varón-varón y mujer). En resumen, un tipo de discriminación constante en México es hacia las personas homosexuales, bisexuales y transexuales. ¿Cómo evitar este tipo de exclusión social?

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El conocimiento y reflexión de temas sobre diversidad sexual pueden ayudar a erradicar este tipo de discriminación. Por ejemplo, ¿cuál sería nuestra visión, sobre ese tipo de relaciones, si nos enteráramos que la naturaleza también brinda, además del varón y mujer otros tipos de sexo? Tal es el caso de la persona hermafrodita (un testículo y un ovario),  hermafrodita masculino (testículo y característica femenina) o hermafrodita femenino (ovario y característica femenina), por ejemplo. Sexos existentes que surgen de las combinaciones de cinco áreas fisiológicas: genes, hormonas, gónadas, órganos reproductivos internos y externos.

 Antes de hablar de diversidad sexual, se tiene que hablar de sexo. Todavía, antes de hablar de sexo es preciso hablar de género. Si nos acercáramos un poco a este tipo de estudios probablemente comprendamos más acerca de la naturaleza sexual en los humanos. Podremos ser capaces, no sólo  de identificar diversas naturalezas sino de aceptarlas y convivir con ellas, respetar, evitando así la acción de excluir y/o discriminar.

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Apertura

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Martin Heidegger

Por Cuitláhuac Moreno Romero

«Quien piensa lo más profundo, éste ama lo más vivo»

Hölderlin

La filosofía es el trabajo creador del pensamiento, su sentido primordial es conformar espacios, dar sitio a un lugar en el cual movernos con cierta soltura para protegernos del caos. No hay pensar que no esté conformado por unas fuerzas singulares que claman por su propia imagen, al tiempo que la componen en su movimiento andante. El pensamiento hace sitio para la vida, el plano simbólico en el que habitamos es obra del trabajo, producto del concepto.

            Esto no quiere decir que el pensamiento sea algo interior, el pensamiento es la impronta de un afuera, pero ese afuera no está hecho de una vez y para siempre, sino que va siempre haciéndose en su muerte sin fin, en su vida eterna, su dominio es el golpe del martillo en la palabra, sobre los cuerpos. La vida donde se mezclan eso demasiado bajo y aquello lo más alto. Suele creerse que la filosofía es su historia, o bien, el despliegue de su acontecer en el continuo de civilizaciones conexas, pero esto no es preciso, la historia del pensamiento y el obrar propio de la filosofía no son exactamente lo mismo.

Deleuze

Gilles Deleuze

            En esa vía aunque en sentido opuesto, podríamos decir que si bien el filosofar no es lo mismo que sus grandes formaciones sistemáticas consideradas en un desfile progresivo, tampoco hay derecho a afirmar que el pensamiento sea ese acto cotidiano, sobre el que se deslizan sin más nuestros actos de conciencia y sus fenómenos signados de acuerdo a ciertos regímenes, o sea, lo que nos pasa por la mente, eso no es obra nuestra, es el modo en que el afuera se pliega en nuestro interior, pero ni hay mero afuera ni hay morada interior, hay pliegue de planos, una pantalla blanca y agujeros negros.

            La filosofía está en medio de estas dos cosas pero también las trasciende; las alcanza y las rebasa en su esencia porque lleva los sistemas históricos a la inmanencia de la palabra escrita y hablada, o sea, a la enseñanza de la filosofía, a su práctica y a su cuidado en el ejercicio del pensar; al tiempo que eleva lo arbitrario del flujo de la mente a los conceptos en los que el ser ha habitado con más regocijo y fulgor. No podría ser lo más profundo porque ahí no hay ninguna figura, tampoco podría ser lo más elevado porque ese ámbito no nos corresponde.

Michel-Foucault

Michel Foucault

            La filosofía no es la historia de los sistemas, ni tampoco el asentamiento cotidiano de la mera reflexión en los trabajos y los días. La filosofía es –en todo caso– pensamiento de conceptos, el hecho creador de lo originario, lo que hace que las cosas se inserten en ese orden de lo real sin lo cual no podría tener sentido nada. Pero decir que la filosofía no son sus sistemas y que tampoco es la facticidad de su acontecimiento (la conciencia de un individuo), eso no quiere decir que no sea universal y singular al mismo tiempo. El pensamiento es, sí, lo universal del orden que genera, pero también la singularidad de lo particular que se eleva en el círculo lógico de la determinación de lo que ha de atender a su destino:  este singular muestra lo que siempre es, lo que siempre ha sido y será;  este universal es, particularmente, la verdad que nos lleva al acontecimiento.

            Verdad de ese orden originario que lo levanta todo, sin el cual no tendríamos ni siquiera la posibilidad de perdernos, pues perderse implicaría la existencia de un camino que es más bien perdición… Y antes que esto, el simple hecho de que haya un lugar para perderse. Pero sin pensamiento no hay tampoco perdición, simplemente hay caos profundo y ciega noche, ningún espacio sino lo que no puede tener sitio ni tiempo.

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Félix Guattari

*Cuitláhuac Moreno Romero es estudiante de doctorado en filosofia en la UNAM. Tiene varios artículos publicados en libros colectivos sobre María Zambrano, Foucault, etc. Sus líneas de investigación son la ontología, estética post-estructuralista y literatura.  Ha sido profesor en diversas universidades privadas, y presentado conferencias en la UNAM, Universidad Veracruzana y la Universidad de las Américas Puebla. Actualmente realiza su investigación sobre Gilles Deleuze y las máquinas literarias y es profesor adjunto en Estética en la UNAM.

contacto: cuitlahuac.moreno@gmail.com

Filosofía de la pobreza

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2Por Carmina Galicia

@tururucosmico

Sí, de la pobreza. Y aquí es dónde el filósofo dice ¿Qué es eso? Mientras la sociología la observa desde sus ojos, la antropología camina de la mano con ella, el trabajo social la vive y el promotor comunitario trata de difuminarla, ¿la filosofía qué hace con ella?

      En la mayoría de las disciplinas de la filosofía, el problema de la pobreza es ignorado cual súbdito en una cena real. La realeza: el pensamiento, la razón, las ideas —y de qué me sirven esas ideas si ni siquiera puedo recrearlas porque el hambre me lo impide. La filosofía  se ha cobijado largo rato en sus ideales imaginarios del hombre y la sociedad, en sus propuestas de pensamiento más que de acción. Y claro, hasta que la realidad nos enfrenta con un madrazo (disculpando la altisonancia querido lector) o que nuestra comodidad de la zona de confort social se esfuma poniéndonos en condiciones injustas y desiguales.

    De eso es precisamente de lo que se trata, hablar de “ser pobre” no significa agregarle un adjetivo a alguien como decir que es alto o bajo; hablar de pobreza es hablar de una condición antinatural creada y alimentada por el hombre, es hablar de una condición de desigualdad antinatural y por lo tanto, injusta.

     El día de hoy la pobreza es en definitiva una fuerte tarea para la filosofía política. Es obligado voltear a ver la construcción actual de políticas públicas, pues es ahí donde deberían estar varios de los grandes filósofos, muchos de ellos, por cierto, de escritorio —por decirles así a quienes evitan el contacto con temas sociales.  Su presencia y juicio serían trascendentales en la generación de genuinos debate, sobre los criterios de distribución que se utilizan para las personas en condición de pobreza extrema. El debate de a quién se le da qué, tendría que estar conformado por filósofos también. Por ejemplo, se habla de ciertos derechos de “bienestar” en los que el individuo que los apela puede exigir su satisfacción; sin embargo, siendo aquello una ventaja, a qué grado de cumplimiento llegaremos de esos derechos de bienestar si el que se cumplan depende directamente de los recursos que el Estado destine para ello y de los deberes de los otros. ¿En qué momento la filosofía se ha deslindado del debate y reflexión de esto, siendo aspectos que incluyen a la vida moral como las obligaciones y las virtudes?

    Y es que para quién más se hace filosofía sino es para los hombres, cuál sería el sentido de hacer filosofía sólo para un tipo de condición humana: los intelectuales. Entramos de nuevo –que de nuevo no tienen nada —con el discurso trilladísimo de aquellos que estudian, de aquellos que leen, de aquellos que se “cultivan”: “el que quiere, puede”. Y qué hay de los que no quieren no porque no puedan, sino porque las condiciones de desigualdad no le han permitido saber que eso existe.

    Entonces reprocho ¿Dónde están los filósofos? Sé que en muchos otros lados menos aquí, debatiendo a la eterna compañera: la pobreza.